lunes, 14 de diciembre de 2009

The GUM Sensation

Redacción Rosario publica este balance de los dos primeros años de gestión de Hermes Binner. Alternativa MediátiKa lo reproduce completito.

Por Horacio Çaró
Hace dos años, luego de casi un cuarto de siglo de administraciones justicialistas, la provincia de Santa Fe fue protagonista de un hecho político e histórico inédito incluso en el ajetreado escenario nacional: por primera vez un gobernador socialista llegaba al poder. Hermes Binner entró a la Casa Gris luego de varios años en los que machacó, precisamente, con la idea del cambio imprescindible, cargando las tintas en el anquilosamiento de todas las estructuras del Estado, viciadas por el continuismo iniciado en 1983. Sus promesas de “Buenos Tiempos” y de “Tiempos de Cambio” no sólo naturalizaban una sensación presuntamente extendida en la ciudadanía santafesina, sino que auguraba profundas transformaciones en cuanto a la gestión y la administración de los recursos, que en 2007 eran importantes. “Hay dinero, lo que faltan son ideas”, fue otro de los latiguillos preferidos por el ex intendente de Rosario durante la campaña que lo llevó a sentarse en el sillón del brigadier Estanislao López. Hoy, podría ensayarse otra consigna: "No se sabe si hay ideas, lo que seguro falta es el dinero".

Esta semana, al cumplir 24 meses al frente de la Gobernación, dos hechos signaron el obligado balance de ese derrotero: el mandatario proclamó que la inseguridad no es más que “una gran sensación” y, acto seguido, anunció la designación de quien ocuparía el sitio que había quedado vacante en la Secretaría de Seguridad. Binner eligió a Horacio Ghirardi, el hasta hace horas secretario de Gobierno de la Municipalidad de Rosario, férreo defensor de la Guardia Urbana Municipal, el principal artificio inventado por el socialismo para mostrar que la seguridad estaba entre las prioridades del Ejecutivo rosarino, un antecedente que el joven funcionario deberá llevar cual fatídico karma.

Tiempos borrascosos

En momentos en que la administración provincial mayoritariamente socialista da batalla para encontrar herramientas que le permitan paliar una situación económico financiera muy complicada mediante un Presupuesto recargado, una suba de impuestos y un pedido de autorización para endeudamiento eventual, varios frentes críticos ensombrecen el cielo de los buenos tiempos vaticinados en 2007.

Por un lado, el año lectivo culminó con protestas del sector docente que no se circunscriben exclusivamente a la demanda de aumento salarial. Los maestros de Amsafé, Sadop y UDA también reclaman mejorar el sistema jubilatorio y demandan una solución inclusiva respecto del acceso a la vivienda, que los equipare a sus colegas policiales y a los afiliados a UPCN, que ya gozan de este último beneficio.

Paros, movilizaciones, amenazas de no comenzar el ciclo 2010 signan una relación que en su momento fue tan estrecha que obligó a la seccional Rosario de Amsafé a plantear un fuerte debate, porque a criterio de los rosarinos la conducción provincial del gremio exhibía demasiadas contemplaciones con la ministra Elida Rasino y con el propio Binner.

No puede decirse que no haya habido mejoras para el sector, pero muchos recuerdan que el anterior gobierno también había erradicado el presentismo e iniciado las titularizaciones y eso no impidió una relación de casi permanente conflicto, muchas veces fogoneada desde el propio socialismo.

Las últimas declaraciones de Binner y Rasino atando cualquier eventual aumento salarial a la aprobación de la reforma impositiva fue calificada por los gremios docentes como “extorsiva” o “un chantaje”. Más aún, muchos delegados docentes compararon los dichos del gobernador respecto de que quiere pagar más pero no tiene plata con los esgrimidos en su momento por Jorge Obeid, algo que molesta profundamente al mandatario provincial, que preferiría que lo diferencien claramente de sus antecesores.

Numerología

La situación económica del estado provincial tiene varias lecturas pero un origen comprobable, pese a que la mayoría de los analistas prefieran omitir ese abordaje. El ministro de Economía Ángel Sciara presume ante propios y extraños de su formación marxista, un atributo que siempre se torna dificultoso poner en valor en un sistema que más bien repele las pocas herramientas que han sobrevivido al rigor que el paso del tiempo le impone incluso a las teorías más sofisticadas. Pero más extraño debería resultarle a los especialistas en temas económicos vincular las gestiones de Sciara –y sus resultados– con ese corpus de ideas que dice haber asimilado en sus años mozos. O el marxismo aplicado conlleva necesariamente a la bancarrota del Estado o bien el “Método Sciara” no tiene ni asomo de economía marxista.

Pasado en limpio: tanto en los largos años como secretario de Hacienda de Binner en la Municipalidad de Rosario, como en el bienio que se intenta evaluar en estas líneas, las preferencias de Sciara fueron las mismas: laxa disciplina fiscal, gasto corriente financiado con recursos externos (vía provincial, nacional o a partir de créditos internacionales), financiamiento de la obra pública a través de endeudamiento externo, déficit crónico (vale aclarar que durante los difíciles años del menemismo otros distritos administraron mejor sus recursos, por ejemplo Rafaela y Venado Tuerto, para no salir de los límites de la provincia), cero política pública activa respecto del aparato productivo, nula intervención en el mercado para regular precios de servicios o bienes de producción local, sólidas alianzas institucionales con el establishment vernáculo (Bolsa de Comercio, formadores de precios de la cadena comercial, concesionarios de servicios, etc.), desprecio manifiesto hacia cualquier política de integración y complementariedad microregional con los municipios vecinos, relación de carácter pactista con las organizaciones gremiales de contacto (municipales, UTA, recolección de residuos), a menudo quebrantada unilateralmente desde la administración municipal. Los ejemplos no se agotan con esta descripción, pero ésta alcanza para vislumbrar escasas intersecciones con la teoría marxista. Más bien habría que ver en esa estrategia administrativa las clásicas derivaciones socialdemócratas que los partidos de esa corriente le impusieron al original tronco ideológico marxista.

Ya sea en la Municipalidad de Rosario como en la Gobernación, los resultados fueron y son similares: déficit crónico, incremento del gasto corriente por necesidades de su estructura política y por negligente asignación de los recursos, tendencia marcada a conformar escenarios que “obliguen” a la toma de crédito externo, en un esquema que privilegia acuerdos históricos con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Banco Mundial, énfasis en resolver parte de los desequilibrios fiscales a través de mayor presión tributaria, que siempre se presenta como progresiva, aunque casi nunca eso se cumple, presupuestos que reflejan año a año esos desajustes, por lo que generan curvas ascendentes de gasto muy desproporcionadas, entre otros indicadores que difícilmente pueden promover mayores niveles de bienestar general. Por el contrario, la economía provincial en este bienio ha generado indicadores de desempleo mayores que la media nacional y de ingreso per capita menores al de otros distritos.

Sciara no ha podido explicar con claridad y en detalle cómo se desarrolló el proceso económico que partió de un Estado superavitario, con recursos en guarda, con un fondo anticíclico y con disciplina para administrar el gasto rígido, en el escenario actual. La crisis global, la presunta discriminación del Estado nacional a la hora de coparticipar, las deudas antiguas y otras excusas no llegan a explicar, ni cuantitativa ni cualitativamente esa pendiente en la gestión económico financiera del Estado provincial.

Sensaciones

El 2 de diciembre último, por la tarde, el gobernador Hermes Binner tomó juramento al nuevo ministro de Seguridad, Álvaro Gaviola, quien remplazó en el cargo a Daniel Cuenca. En esa ceremonia “resaltó el trabajo desarrollado” por el funcionario saliente, “quien dejó el cargo por motivos de salud”, según consignaba el parte de prensa oficial. El gobernador destacó la importancia de la continuidad del equipo y la línea de trabajo para “consolidar las propuestas que se llevan adelante en la provincia”.

A la mañana de esa jornada, el amigo personal de Binner Antonio Bonfatti había protagonizado la gaffe más notoria de esta mitad de mandato. Con cierto tono confidente, reveló a los periodistas convocados a la Casa Gris que habría cambios en el Ministerio de Seguridad. Explicó con algunos detalles la imposibilidad que Cuenca tenía de seguir al frente de esa cartera crítica por motivos médicos, y corrió el telón para que surjan los nombres que reemplazarían al ministro saliente y al secretario del área, Carlos Iparraguirre, a quien todas las usinas de rumores ya lo daban por eyectado desde hacía un par de meses. El calvo ex jefe comunal de Las Parejas señaló al comisario José Luis Giacometti como el nuevo secretario de Seguridad, y alabó sus condiciones personales y profesionales. A la tarde el policía había sido defenestrado por varios funcionarios, entre ellos Enrique Font, quienes cuestionaron el accionar reñido con los derechos humanos que había ostentado el postulante en su pasado más o menos inmediato.

Hay que recordar que Binner ingresó a la gestión con el plan A de reformar la Constitución y así poder ser reelecto, pero en la misma carpeta cobijaba el plan B, que tomaba nota de la resistencia que la mayoría justicialista en el Senado habría de ejercer para evitar esa jugada política que incluía –incluye– la desaparición del ese cuerpo y el consiguiente estreno de una Legislatura unicameral. Ese plan de contingencia contemplaba un candidato de su entera confianza, por fuera de los deseos del partido y excluyendo al “candidato natural” Miguel Lifschitz, todavía orlado por las luces de su primera gestión episódica y efectista (Congreso de la Lengua, Premio a la Gobernabilidad, silos multicolores y eventos culturales pirotécnicos). Ese hombre era Bonfatti, no por sus dotes carismáticas ni merced a adhesiones multitudinarias, sino por el propio peso que habría de tener una gestión exitosa que desembocara en una reforma de la Carta Magna santafesina. A dos años de esas expresiones de deseos, habría que decir que el ministro político no logró siquiera reformar el esquema tributario. Luego del blooper con Giacometti, habrá que pensar en otras alternativas.

Pero volviendo a los cambios en Seguridad, es preciso remarcar que se dan en el marco de un clima social en que el tema que debe abordar esa área de gobierno está al tope en la agenda. Ciertamente la inseguridad o la falta relativa de seguridad sufren las agudas exacerbaciones a las que echa mano el sistema de medios, a nivel nacional, provincial y local. Pero lo cierto es que una porción importante de la ciudadanía santafesina considera que el gobierno provincial no está haciendo bien los deberes en esa materia.

Pues bien, luego de tomarle juramento a Gaviola y antes aún de nombrar a Ghirardi como secretario de Seguridad, Binner salió a decir que “en materia de seguridad, hoy Santa Fe no tiene realmente graves problemas”, y subrayó que lo que hay, en realidad, es “una gran sensación” de inseguridad. Con la imprudencia de quien no considera la posibilidad de estar invitando a los demonios a hacerse presentes, agregó: “Acá (por la provincia) no tenemos asaltos bancarios ni secuestros de personas”.

Tal vez como un signo de los tiempos de crisis por los que transita su gobierno, a Binner, además de salirle al cruce algunos opositores que podrían asesorar a Carlos Ruckauf y convencerlo de que se puede estar más a la derecha, quien salió a desmentirlo y relativizar sus apreciaciones fue su flamante designado. “Más que una sensación de inseguridad hay angustia de la población por la realidad”, comentó Ghirardi. Y agregó que es “un problema objetivo el aumento de una serie de delitos en la provincia y en todo el país”, con la reconocida impronta socialista de apuntar derechito a la platea y darle de puntín a la pelota.

El gobernador, al anunciar su designación, apeló al halago: “El talento de Ghirardi lo hará tener una acción positiva en Seguridad”. Lo que no aclaró es por qué esas cualidades del pelirrojo funcionario no pudieron evitar los altos estándares de rechazo público que concita la GUM desde su aparición, como consecuencia de su ineficiente accionar. Quizás la opinión de los ciudadanos rosarinos respecto de su guardia urbana también califiquen en la categoría de “gran sensación”, inaugurada por el hombre que en algún momento habrá pensado que a mitad de su mandato los buenos tiempos ya se habrían librado de la pesada ancla que suele acompañar a todo eslogan.

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